La adolescencia es una etapa vital que me fascina, y me encanta trabajar con ella. En adolescencia pasan muchas cosas… y una de ellas es el tema de este poema.
¿Recuerdas aquel tiempo?
Se crecía hacia arriba, el mundo
renacía cada veintidós de junio,
el verano duraba toda una vida,
y la única razón
comunicable
para escribir poemas
era ganar los Jocs Florals.
Y eso era la vida. Quieta como un lago. Los malos
fruncían el ceño y eran feos, y los buenos
(que eran o jóvenes y guapos
o entrañables y viejos)
eran siempre buenos, sin fisuras.
Los mayores
eran grandes y fijos como barcos.
¡Ja! No te avisaron, pero un día
dejabas de crecer sólo hacia arriba,
y te permitían ver películas
en las que los buenos acababan
mal.
¿De qué va esto? ¿En qué quedamos?
Resultaba que el puerto de la realidad compartida
donde los barcos se supone que dormían
era en realidad
astillosos pedazos de madera.
Que no éramos tan buenos,
que no había nadie malo,
que el pegamento de la certeza
que unía los trozos de lo que llamábamos
mundo
no resistía que éste creciera.
¿De qué va esto? ¿En qué quedamos?
Una intenta
allá por los catorce años,
poner a toda la jungla en maceteros,
que sea lago el mar,
que la incertidumbre no acune la vida
a ritmo de una música no escrita, imposiblemente irregular,
y lo intenta, ignorando
que protegerse es parte de la herida.
¿De qué va esto? ¿En qué quedamos?
Si resulta que ni lago,
ni buenos y malos, ni Jocs Florals,
sólo mar y oleaje imprevisible,
y los adultos no eran barcos, no,
¡eran agujeros!
¿De qué va esto? ¿En qué quedamos?
¿Eran? O ¿Somos?
Porque pasan los años
y mareas pasajeras te marean
tanto, que a falta de puerto,
la gente buscamos anclas.
Anclas, anclas, anclas:
el éxito,
la resurrección del Cristo,
la superioridad de la ciencia, o del teatro
alternativo,
o del Barça,
la i, inde, inde-pen-den-ci-a,
el karma, el amor romántico,
anclas, anclas, anclas
que una tira por la borda
esperando que alguna logre veredarse
anclas,
no sé, el kundalini yoga,
el realismo mágico,
la dieta higienista,
lo que diga la Cosmopolitan,
el 15-M, anclas,
anclas,
anclas.
Pero hay tantas anclas diferentes
y lo hondo es tan hondo y oscuro
que la marea devolvía un:
¿De qué va esto? ¿En qué quedamos?
Y no sé si es la vida o es una larga adolescencia
este naufragio
si es difícil explicarse
¿De qué va esto? ¿En qué quedamos?
por qué baja la marea
en días soleados
o sube y se me traga,
si no me siento barco,
sino más bien agujero,
¿De qué va esto? ¿En qué quedamos?
si escribo
por si un día mis poemas, como por ejemplo éste, hoy y aquí,
flotan
cual madera que está esperando un náufrago.

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