A veces, al hablar, alguno olvida
su brazo sobre el mío,
y yo aunque esté callado doy las gracias,
porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.Jaime Gil de Biedma, Amistad a lo largo
A veces me voy a dormir
deseando despertarme hombre,
hombre que pueda dar una colleja o una palmada en la espalda o un abrazo
denso como un bosque perenne en enero
a otro hombre, y que la amistad sea una fiesta
donde el cuerpo no se sienta obligado
a invitar al sexo,
y el sexo no aparezca como la bruja Maléfica
en el bautizo de la Bella Durmiente,
torciendo la magia con hechizos.
Porque quiero invitar al cuerpo,
porque también el cuerpo escucha
y habla,
deja al sexo en casa,
no quiero ser mujer
delante de tí, amigo, porque es tan fácil el sexo
(si es entre un hombre
y una mujer), tan fácil
caer,
que el noventa por ciento de series, canciones y películas
convenzan a mi frágil conciencia
de que sí, que quiero esto, sexo
con un hombre, para así tras su orgasmo quizá recibir
con paciencia de puta,
lo que, debajo y más allá
del noventa por ciento de series, canciones y películas
yo quería de ti:
ese silencio en los ojos, ese brazo
olvidado sobre el mío y que no importe,
ese decirnos la verdad
como si mentir fuera un idioma extranjero,
y la cordura
mucho más pequeña que la vida.
Si fuera hombre ya hubiera besado a las mujeres
que realmente deseo,
las habría sentido temblar de gusto y de ganas
permitidas,
y hubieran venido hacia mí,
tal y como yo he ido hacia tantos ellos.
Y sí, si fuera hombre,
no hubieran tardado tanto en pagarme
el sueldo que merezco, sí,
y cuando vuelvo de noche
no tendría que repasar mentalmente la ropa que llevo
para calcular cuán más rápido
cruzar la calle donde los bares cierran,
y que yo llamo la calle del miedo.
Si fuera hombre tendría la certeza
de que todos los hombres y mujeres existidos
nacieron por orgasmos de otros hombres,
certeza que como mujer
carezco.
Porque un matrimonio puede tener seis hijos
con seis orgasmos de él
y ninguno de ella.
Los nuestros, cuando existen, salen de tan adentro
de una cueva en cuyas paredes se encierra
la punta de una piedra preciosa
más grande que la misma cueva,
y no es obvio
cómo conseguir diamantes
cuando las cosas no salen para afuera.
Y es triste que pocos hombres lo sepan,
pero es certeza aún más desgarradora
que tan pocas mujeres
sepan que hay algo que ignoran,
sí, es triste
que una se haya acostado deseando
no ser esto.
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Gracias por este poema.. Si fuera hombre… Bestial! Por las verdades que dice y por la belleza y exactitud en que las dice… Te hago una reverencia.
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gracias, Alexander 🙂 una alegría recibir comentarios así
este mes apareceré en 2 recitales, el sábado 16 en Bellvitge y el viernes 22 en Bcn. en mi fb habrá la info. ven y dime “soy Alexander!” 🙂
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