Morir,
sí, morir,
debe de ser como graduarse de la vida así de golpe,
como comprender al fin que somos diminutxs
(pero aceptándolo),
que todxs somos aficionadxs porque la vida es tan corta que no da para más.
Sí, lxs muertxs son más sabixs.
Y nos miran,
a nosotrxs lxs vivxs, caminar a tientas,
torpes
en la ciencia inexacta del vivir.
Y celebran
que estemos aquí.
Porque es valiente quedarse, cada día.
Y lamentan, al mirarnos desde su otro lado,
cada uno de nuestros resquicios de muerte,
cada empate de la normalidad y el miedo,
cada sucumbir cobarde a la no-vida,
cada instante en que no
no
no
nos reconocemos.
¡Sht! ¿Les oyes?
Son el hincha cuando su equipo falla
un gol cantado en la final:
“huuuuyyyy…!”
Porque desde los márgenes, asomadxs
al estadio de la vida
la cordura es un córner,
no el campo de juego,
y morir
es también graduarse en amar mucho
y amar mejor
de lo que amamos lxs vivxs.
¡Sht! ¿Lxs ves?
Están aquí,
en fila,
como espectadorxs en esta maratón,
apasionadxs fans de la vida,
animándonos.
¡Oé!
¡Oé!
¡Oé!
¿Oyes el repiqueteo de hueso contra hueso
en sus aplausos?
Para mí lxs muertxs también cuentan.
Sólo el rocío sabe
que el diluvio se ha acabado.
Genial! En mi tierra tenemos un dicho “Está un morrendo e está aprendendo. Creo que ni siquiera con la muerte alcanzaremos el diploma de la vida. Tal vez si tuviéramos más vidas… Un saludo.
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