Lo peor de esta posguerra
no son los soldados muertos en el frente,
no es que ya no os vea,
es que ni siquiera
os quedasteis a recoger la mierda.
Lo malo de vuestra ausencia
es que me toca a mí
barrer los agujeros que dejáis
en mi corazón y en mi conciencia.
Gestionar el pago a plazos
de todas vuestras deudas conmigo,
que, desde puntos distintos
de mi pasado,
me miran
y, hacia mí,
cojean.