Gapfill poem

Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990) escribió versos tan precisos y bellos como:

 

NO VOLVERÉ A SER JOVEN

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

Jaime Gil de Biedma

Lo puedes escuchar recitado por él aquí.

En el Instituto hice un trabajo (demasiado exhaustivo) sobre Las Personas del Verbo, el poemario definitivo de Gil de Biedma. Luego volví a usar ese trabajo en la Universidad (you know, reduce, reuse, recycle).

Su poesía se quedó a vivir dentro de mí, y siempre vuelve.

Este es un poema respuesta a NO VOLVERÉ A SER JOVEN que escribí con 22 años (cuando lo era). Me salió dejar algunas palabras vacías, como huecos a rellenar, fill in the gaps.

GAPFILL POEM

Aunque ha pasado el tiempo

la verdad desagradable asoma

cada vez menos.

Si morir es una forma de perderse,

vivir son muchas formas de encontrarse

y como la fe hay que ponerla en lo incierto,

y nada hay más cierto que la                           ,

la fe y este poema escojen a la vida,

y como la vida es esto

                                          y esto

                                                                      y esto

y lo que nombres que esté fuera de estas líneas,

nómbralo

y dale fe siempre,

porque la fe hay que ponerla en lo incierto

y nada hay más cierto que la                          .

¿Qué pondríais en los huecos? Comments welcome!

Real

Quan vius una infància de pis de l’Eixample, aguantes aguantes aguantes les ganes de córrer, tocar fang, saltar marges i esclofollar ametlles fins que ets al poble. Aquest és un poema sobre Tivissa.

Cuando nació mi hermana mi padre mandó construir una casa

en lo alto, bordeando el valle.

Pensando en una posible burbuja nobiliaria, mi padre

compró también las tierras delante de cada ventana

para que nadie pudiera levantar en ellas

cosas opacas

que nos separaran de las montañas.

(Desde aquí, le doy las gracias.)

Había árboles viejos

en esas tierras: olivos, almendros,

que miraban a mi padre con la condescendencia

propia de lo antiguo y noble.

Y en el último y más grande trozo de tierra

no había árboles,

y mi padre,

que no tiene paciencia,

preguntó a los lugareños qué árbol crece más rápido,

porque un señor con su castillo y sus tierras requiere también un bosque.

“Pinos”, dijeron. “Pinos”.

Y las princesas jugábamos

debajo de todos ellos, árboles

jóvenes y viejos, y entre nosotras

y las montañas

sólo había bosque y aire

nuevo y fresco, casi crujiente.

 

Los reyes salían al balcón

a dar proclamas sobre la cercanía de la hora

de la comida

y entonces las princesas corríamos camino arriba

al castillo en la ladera,

mientras abajo, en silencio, los pinos crecían

y arriba

un mantel se desplegaba como una vela

o un dosel.

 

Cuando ya no fui princesa,

y el castillo era una casa rural

que no marchaba bien,

me encontré, de repente, en el grupo de pinos

demasiado pequeño para ser nombrado bosque.

Eran los únicos árboles de mi generación,

y las mismas manos que solían levantarme

para subirme a una silla como un pequeño trono,

habían hundido las raíces de esos árboles

en la tierra que heredábamos,

el mismo padre, el mismo crecer rápido

no pude sino abrazarme

a esos hermanos de corteza áspera

agradecida de que fueran menos frágiles

menos efímeros

que los reyes y los reinos

de los humanos. Todos

habíamos crecido

para sabernos pequeños. Para saber que moríamos.

Que no era real la realeza,

era real la realidad.

1604599_10152216359412188_2113345498_n
Llicència de Creative Commons
Aquesta obra està subjecta a una llicència de Reconeixement-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional de Creative Commons

Sol

De la época en que me obsesioné con Octavio Paz, allá por 2008, me queda este poema que Dimensound acompañaron con música improvisada:

Cada uno de mis átomos se mezcla
con el aire, mi aire, este aire
todos los siglos son este presente
no hay pasado infame
no hay futuro que cuelgue del presente
por el que podamos despeñarnos,
porque no hay nada,
no hay yo, ni tú, hay sólo aire
con sabor de puente, de fruta, de agua
con ímpetu de río o de cascada,
todos los siglos son este presente
este presente como agua derramada
sobre la piel del tiempo, deshaciéndose
como la nieve al caer en los amantes
o caer en el fuego los que aman.

Yo me deshago. Yo tejo las orillas
de otros lados.
Yo tomo el sol que canta encima de las nubes
nubes que son mar agitado de otra forma
nubes que son otro cóctel
en la fiesta de la vida; sol que pintas los días
en el lienzo de la noche, yo quiero ser pincel
de tu luz, que está en el aire,
aire rojo, aire blanco, aire amarillo y verde.

En esta brizna de aire verde, agua, fresco
se pregunta la hormiga
por qué o cuándo decidieron separarse
lxs humanxs, y llamar al «todo» el «resto»;
y restar la noche, el pájaro y el viento
y anticipar y preocuparse
y echar de menos,
y tener nombres que nombran
algo que no está.
¿Para qué tantos nombres
y tanto cristal
si la ventana es mundo y el mundo no espera
no aguarda a ser nombrado, no pide permiso,
si los átomos están todos mezclados
y en su centro son vacío
como mar evaporado en sal,
como nieve en el aire de verano?

Sol, enséñame tu párpado accesible,
enséñame la gruta que habitas,
enséñame los límites
de tu mundo infinito,
dime que no tiene límites
dime que no es mío,
despójame de todo y dame el aire
y la nada, hazme nada
y nadaré en el agua derramada
sobre la piel del tiempo, deshaciéndome
como la nieve al caer en los amantes
y amarse en ellos y devenir fuego.