Es hora de odiar a las cosas por su nombre

Marcos, a sus tres años,

ha aprendido a decir una sola palabra:

hijoputa.

Hijoputa.

Hijoputa.

Hijoputa.

Hijoputa.

 

Según el cuarenta y cinco por ciento de las charlas TED

cada individuo es dueño de su propio destino

y el adulto que Marcos será

tendrá libertad absoluta y responsabilidad absoluta

de su éxito

o fracaso.

 

Hijoputa, hijoputa.

 

Como si el sistema fuera neutro.

 

Hijoputa, hijoputa.

 

Como si la sociedad fuera justa.

 

Hijoputa, hijoputa.

 

Como si las víctimas de la violencia estructural,

encima,

tuvieran que soportar el peso de ser verdugos únicos

de su propia desdicha.

 

Sistema, si existes, mírame

y dime que no tienes nada que ver

con la vida de Marcos.

Dime que la carencia tiende a generar paciencia

y no violencia.

Dime que los horarios

(o la falta de ellos)

de sus padres, dime que sus sueldos

(o la falta de ellos)

no le afectan. Dime que los individuos

de tres, quince, o cuarenta y siete años

son immunes

a ti, sistema.

 

Como si existiéramos flotando

sobre una pared de palets blancos

y macetas de Ikea.

 

Es hora de odiar a las cosas por su nombre.

He venido a decirles a los padres de Marcos:

tenéis todo el derecho del mundo

a estar cabreados.

El sistema se ceba con vosotros en una sala de espera

de la clase media

donde no reparten números

desde hace décadas.

 

No os voy a hablar del karma,

no voy a pediros

que respiréis y penséis en positivo

a ver si se os pasa.

 

Porque lo que sentís no es wonderful,

pero sí legítimo.

 

Porque os veo

caminar tensos, como granadas

prietas antes de estallar, oigo la puerta

tras vosotros y el grito,

la metralla,

la abuela que sube a consolarla,

las bolsas de basura siempre en el pasillo con trozos

rotos

de cosas robadas,

y la risa nerviosa de la hermana mayor

en la trinchera fría del balcón.

Y sí, yo entiendo que haya rabia,

pero la rabia ha de servir para crecernos,

hacernos grandes, la metralla

es presa de la gravedad y baja,

de ti a tu mujer, de tu mujer

a la mayor, de la mayor

al mediano y del mediano

al pequeño Marcos.

Hijoputa.

Hijoputa.

Hijoputa.

 

La rabia es una arma cargada:

no disparéis en casa.

 

Merecen esa rabia

quienes dicen que la vida es justa

cuando nombra un ganador:

 

 

«Un día, la rabia saldrá de las casas

de los barrios donde nunca habéis estado,

nos sabremos esclavas y esclavos,

dejaremos de odiar hacia abajo,

y el miedo, ese que enviasteis

para que nos controlara,

cambiará de bando.»

2 comentarios en “Es hora de odiar a las cosas por su nombre

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