L’euga de la ràbia

Escribí este poema en catalán. Si alguna palabra se te escapa, puedes leer mi traducción al castellano aquí.

Em van dir 
que no existies.
Però tu vas insistir.

Llavors em van dir
que eres massa salvatge,
un perill
per a mi i pels altres.
Els altres.
Però tu vas veure el món
amarat de danys reparables
i vas insistir.
La injustícia és, al capdavall,
el teu farratge.

A la infància van venir a posar-te tanques
que no tancaven prou. 
Llavors em van dir que graduar-se
en categoria femenina
implicava comprar-te una gàbia-estable. 
Molt estable.
Vaig confiar que em protegiria
seguir el dictat dels qui no em protegien
i
bona nena,
bona nena,
mai s’enfada,
bona nena, 
bona nena,
tot ho aguanta,
bona nena,
bona nena,
i, ja amb vint-i-quatre
la meva primera classe
de 1er d’ESO, al Bon Pastor, un divendres a la tarda
desbocada com vint-i-nou
cavalls salvatges
mentre la primera fila, astorada,
se m’encarava:
“Pero, profe, ¡enfádate!
¡enfádate…!”.

Jo,
paralitzada
preguntant-me
per primer cop
si m’havien venut clau pel teu estable.

Va ser el mateix any
que, parlant amb ma germana,
vam entendre que el substantiu abús
i l’adjectiu sexual
sí descrivien
la nostra infància.

Si no t’haguessin tancat,
euga de la ràbia,
les teves ferradures haurien estat muralla
del castell de la innocència intacta.
I és que el poder farà curses contra els nostres peus descalços
i ens culparà per haver-les perdut
perquè saben
com n’és de ràpida, l’euga de la ràbia.
Que s’obrin tots 
els estables.
Germana, enfada’t, puja, puja
a l’euga de la ràbia.
De la vall de la víctima
les supervivents en fem muntanya.

Germana, conqueriràs la vida
que la por va arrabassar-te,
ja no serem la llàgrima
sense el crit,
els nostres cossos deixaran
d’estar sempre encongits,
ocuparem molt més espai,
deixarem de ser replec per omplir l’ànima,
passejarem la por tan lluny
que ja no sabrà com tornar a casa,
l’amor acaronarà
els nostres cossos segurs,
riurem fort amb els mateixos músculs
que havíem tensat.

Germanes: 
pugem, pugem a l’euga de la ràbia,
que la injustícia deixi de ser gàbia
per tornar a ser farratge;
pugem, pugem, lliures, intactes,
les bones nenes van al cel perquè moren,
les dones lliures
cavalquen.

El cuarto lado del triángulo

Hace doscientos cuatro años
Robert Owen se horrorizó de que los obreros trabajaran
jornadas de dieciocho horas
y propuso la actual / actual \ actual
jornada de 8 horas:
8 horas para trabajar / 8 horas para dormir \ 8 horas para el ocio.

Su propuesta se aprobaría en España ciento dos años después,
hace ciento dos años,
tras 44 días de huelga
de la CNT.

Hoy tenemos aquí a Caroline Dale,
esposa de Robert Owen,
madre de sus 8 hijos 
e hijas.
Güelcome, Caroline.

          Thank you.

Caroline, guat du yu think
abaut thous eight hauers 
for ricrieishon?

          ‘Well, so much depends upon
          una esposa-Sísifo levantando la vida
          por las cuestas de la alimentación y la higiene
          para encontrarse, nuevamente,
          empty stomachs and dirty underwear,
          crying babies and smelly bed sheets.’

Vaya.

          Yes. El triángulo perfecto
          era just for men:
          nosotras, a cambio de love and protection
          no contábamos horas de trabajo
          para que nuestros husbands pudieran tener
          eight hours labour / eight hours rest \ eight hours recreation.

          I am a wife and a mother.
          Taking care of my eight children
          is an act of love.
          There’s no work involved.
          It is not political.
          It is not political.
          It is not political.

Según un estudio alemán de 2014
las horas de sueño son directamente proporcionales
a la clase social.
Porque hay quien sí puede comprar el cuidado.
Porque el dinero permite
(igual que antes estar casado)
saltarse el cuarto lado
del triángulo.

Pero escuchemos las conclusiones
de la Encuesta Nacional de Salud en España de 2017:
“Todos los indicadores de morbilidad neuropsiquiátrica en adultos 
mostraron un gradiente según la posición socioeconómica, 
más profundo en mujeres. 
Esta mayor morbilidad en mujeres y en las clases bajas se refleja perfectamente
en el consumo de psicofármacos 
pero no así en el uso y acceso 
a los servicios de salud
mental.”
   
Si ya hace 16 años que el suicidio mata más 
que los accidentes de tráfico
y por todas partes hay señales y radares para que no se te ocurra ir a más de ciento veinte
kilómetros por hora / hora \ hora;
¿a qué esperamos 
para corregir el error de cálculo
que obvió que existe el trabajo de cuidados,
ese cuarto lado del triángulo?
Dejemos de decir “és que no m’ho atrapo”,
de buscar individualmente la causa del cansancio:
lo llaman “conciliación” como si la vida y el trabajo estuvieran ligeramente enfadados
pero la maestra pudiera llevarlos a un rincón tranquilo del patio
donde decirse “Perdón” y estrecharse las manos.
Dejémonos de fantasías de “necesito días
de veinticinco..., no, mejor ¡de treinta horas!”,
porque ojalá el mercado nunca pueda
decidir la duración de la rotación de la Tierra.

Mirémonos a los ojos
en los pasillos del metro en hora punta:
no somos la secuela 
de the walking dead 
sino de los cálculos
de hombres que no hacían nada en casa.
No puede ser equilátero
porque nunca | nunca | nunca | nunca
fue triángulo.

Imaginemos qué posibles
nos han estado esperando
al otro lado de este cansancio.

Entendamos por fin las matemáticas
de cuidar de la vida y de vivirla:
8 horas para soñar durmiendo
dejan 16 para, despiertas,
repartir entre los trabajos
del dinero y de la vida
y ese tan necesario 
rascarnos la barriga
y lo que nos salga
del cuadrilátero.

Cómo culpar a la víctima (Manual en 6 sencillos pasos)

Este texto aparece en el poemario ‘Viaje de Vuelta’, que podéis comprar aquí.

Paso 1: Negar la desigualdad

 A ver, los que compran de 2ª mano. No, chata. Si es por rollo vintage, te quedas donde estás. 
Los que compran de 2ª mano por necesidad, ¿sí?. 
Esos, vale.  ¿Veis esa rayita? Pues detrás.
 El complemento por rebuscar basuras funciona 
exactamente igual: 
por moda os quedáis donde estáis, 
por necesidad, detrás de la rayita.
 
 ¿Ya están todas repartidas?
 Vale, os hemos repartido unas muestras de pantone. 
Os lo hemos dejado todo 
bien señalizadito, eh, para que sepáis 
exactamente 
dónde tenéis que ir.  
Y no se vale mirárselo con la palma de la mano, eh, 
que nos conocemos. El pantone 
se mira 
en el dorso.

 Recordad 
que las plazas para discapacitados 
están más al fondo, 
junto a las de los trans 
que se les nota. 
Va, chatos, 
que os va a tocar bajar de un momento a otro.
 Una vez estamos en nuestra zona, 
nos vamos a ordenar por tipo de cuerpo.  
 Ok, nadie se mueve, me dicen que ya bajáis... ¡buen viaje a todos!

 

Paso 2: Negar la agresión

 En el medio del incendio
 coloca a un equipo entero de natación sincronizada.
 Así, muy bien.
 
 
 En el medio del incendio
 'I'm singing in the rain, what a glorious day!'
  
 Negar la agre

 Negar la ag
 la agri
 agr
 ag
 
 
 Aquí no ha pasado nada.
 Aquí no ha pasado nada.
 Aquí no ha pasado nada.

Paso 3. Normalizar la agresión

 Y si hubiera pasado algo,
 oye, chica,
 nadie ha muerto de eso. 

Paso 4. Poner en duda
la realidad de la víctima

 Requiere el mismo esfuerzo
 subir un tobogán
 que bajarlo.
  
 A ver, eso lo sabe todo el mundo.
 
 Lo que pasa es que eres una exagerada.
 Todo te lo tomas a mal.
 Que no es por llamarte histérica,
 pero, sinceramente,
 esto está solo en tu cabeza
 esto está solo en tu cabeza
 esto está solo en tu cabeza
 estás sola en tu cabeza
 estás sola en tu cabeza
 sola
 con tu cabeza.
 
 
 Cuando todo el mundo baila
 al compás del silencio
 es fácil que quien oye
 termine creyéndose sorda. 

Paso 5. Burlarse de los síntomas
que las víctimas de la desigualdad y la agresión
tienen
como consec

 ¡¿Cómo, que no te sabes la coreo?! 

Paso 6. Culpar a las víctimas
de los síntomas

 Ya sabemos que toca nadar.
 Es que algunes tienen incendio en vez de agua.
 No es que sea cruel la desigualdad:
 es que tu agua existe gracias al incendio
 de aquellxs a quienes mandas nadar.  
 Es que hay tantas
 existencias cuyo existir es resistencia,
 que el mero seguir viviendo  
 entre demasiado incendio
 ya tiene  
 un invisible
 mérito. 

Barricada del paréntesis

«Diez minutos no son sólo una sexta parte de un salario por hora; una fracción de diez minutos es un pedazo de ti mismo».

Ingvar Kamprad, fundador de Ikea
Interceptar el cielo.
Obviar los espacios vacíos.
(Total, no son.)
Llenarlo todo.
El póstumo sopor de los ahorcados
que cuelgan de sus vidas.
Volar siempre hacia arriba.
Callar el peso.
Eximir los daños.
Ofrecer la otra
cuella.

Llamar a la esclavitud, trabajo,
la oportunidad de mi vida,
ver en el descanso un pequeño
                                                                  egoísmo,

como un libro perdonando a un árbol.

Presumir de yugo. Comparar grilletes.
Ganar
cuando alguien pierde.

Y un marzo no cualquiera, de repente,
que esta alma recién mía no me quepa
en esta recién mía cuerpa,
porque recién mío tiempo;
la alegría de la estenotipia rompiendo
el foco helado del silencio
como charco en forma de corona.

Volver
a ese ver a dios(as) en todas las cosas,
hacer barricada del paréntesis,
ay, sí,
amaneció mientras corríamos en el metro
de lunes a viernes
de lunes a viernes
de lunes a viernes
(¿por qué es ganar
cuando alguien pierde?)
arbeit: trabajo, profanación del cuerpo;
macht frei: os hará libres, libres ¿de qué?

Quedarse adentro y encontrar
en mí, los latifundios
del pensamiento único,
en mí, los australes
incendios incontrolables,
en mí, el fracking tirando de sueños para aguantar despierta;
tanto equilibrio deshecho,
tanta migración forzada,
tantas especies muertas;
mi mente creyéndose cap-i-tal
y plusvalía y fuerza de trabajo;
la precariedad, el verso suelto de la cadena trófica.

Pero la Tierra mirándome
no sé si como madre, como hija,
como abuela o rehén.

¿Ser útil?
¿A quién?

Tocar el volumen del tiempo recién propio
(cómo pesa en las manos cual cachorro caliente),
aprender
a conjugarlo
pronominalmente:

yo me tiempo
tú te tiempas
él se tiempa
nosotrxs

¡ay!, nosotrxs

no mártires, no sacríficies, no salvádores
de los abismos de la marca. ¡No!

Donde tocamos un muro,
había tan solo dibujada una línea.

Písala, písala,
que no hay tiza que resista los pasos de millares.
Písala, písala,
que tus pasos empujen, como el río crea cauces.
Písala, písala,
que la flor ama al fruto con certeza de antes.

Písala, písala,
porque esta justicia del derecho al tiempo,
ya llega sobradamente
tarde.

Por las grietas

La pregunta
no es si oyes
voces
(todes oímos voces).

La pregunta es cuánto silencio
hay entre las voces.
La pregunta es si están cómodas
dentro de tu cuerpo;
si conseguiste entrevistarlas a todas
mientras el resto guardaban silencio.

La pregunta es si las voces están sentadas
en sillas cómodas, dignas,
de Parlamento.
La pregunta es si saben encender y apagar el micrófono
y si todas tienen micrófono.
¿Hay suficientes cojines
para que no se hundan en sus sillas
las voces pequeñitas?
¿Qué voces cuentan
fake news sobre ti misma,
lxs demás
o el mundo?

Intento fallido de ser piedra:
yo también externalicé los servicios
de seguridad y de control
de mi Parlamento interno.
Pero reventaron mis cárceles
de presos políticos.
El cerebro no es un Gran Hermano del cuerpo.
Hay derecho a escucharnos dentro.
(Y por suerte ha habido un Santiago Carrillo
para cada uno
de mis Tejeros.)

La voz que ahora escucháis, de mi cuerpo a vuestros cuerpos
y tiene armónicos
porque mis voces de adentro
no están siempre de acuerdo.

Por las grietas nos reconocerán.

Y verás, en mi Parlamento
hay demasiadas voces
como para retransmitir en directo
lo que el mundo de afuera dice
a cada puto momento.

La pregunta que yo realmente tengo
es ¿de dónde sacar el tiempo
para escucharlas a todas
si la jornada laboral
es de cuarenta horas?

Es que la vida llueve demasiado
para ser redondas piedras.
Venimos del barro,
hijxs de las grietas.

Cual monolitos de silencio

estuvimos sosteniendo
la casa ajena, el edificio
del cerdito mayor
ordenándonos ser piedras.

La salud mental no es no oír voces.
Es tener el privilegio

del espacio y el tiempo
para entenderlas.

‘L’esquerda’ (La Grieta), escultura de la artista Laia Noal.
Creative Commons Licence
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The Invasion


On the day Jair Bolsonaro was elected President of Brazil, I had a bit of a breakdown in the subway, where the passenger travelling next to me kept having VOX adverts while he scrolled down his Facebook feed (VOX is a fascist Spanish party). When I got home, in desperate search for hope and meaning, I wrote this piece.

I first performed this poem at the European Championship in Budapest (Hungary), where I came 2nd and won the Jury Award.

On Saturday, July 15th, 1944
Anne wrote:
“In spite of everything
I still believe
people are good at heart.”


She died seven months later.


I once wrote Anne Frank a very excited letter
(back when I was her age)
telling her what word processors were.


And I miss her today.


Today, October 29th 2018,
I am afraid of what she’s thinking,
wherever she is,
she who wrote: “Look at how a single candle
can both defy
and define
darkness.”


What have we learned?
Where have we gone?


Anne, did you know
darkness had no walls.
I assumed it would have walls,
limits, that it would be conquerable,
that Unamuno did say:
“Venceréis, pero no convenceréis.”

Miguel,
¡están convenciendo…!

They’re not just winning, they’re convincing
because truth
is the first casualty in war,
isn’t it, George?
and our hands holding the light
against this growing dark
feel more and more like we are
drawing a sword
that’s a splinter,
the dark’s getting thicker,
the dark started the war and blamed the light
for being violent,
our words were ripped off our bodies.

Difference is not a threat.


Insecure men
successfully climbing on top of high fears
advertise a puppet theatre called Certainty.
Louder: Certainty!
Louder: Certainty!
Louder: Certainty!
Outside it, Otherness becomes
such a convenient dumpsite.
The invaded get called invasion.
The clouds blame the rain
and forget that they too are made of water.

I try to remember the hope,
that stone of hope you dreamt you hewed
out of the mountain of despair, Martin.
I try to remember that vulnerability
and strength come from the same source, Judith.
I try to focus my eyes and read your words
but the masses are tilting the boat,
like they’ve forgotten we can’t swim.

How did you cope?

Can our bodies together mend the bruised?
Are we seeing darker clouds because our eyes
were ready for brighter lights?
Is this the aftermath
of the secrets that held together
the rules of a few
over the power of all?
Is hope
optional?


Is there an arrow across History?
Does it point
somewhere
livable?

Moving hurts, Rosa,
but move we will.


It’s not an invasion.
Our movement
is not just expanding.
It’s that we’re starting
to occupy
our space
as the light
both defies
and defines
the darkness.


We cannot invade
what should have been shared in the first place.

¡Devolvednos las palabras!

Vídeo de la ronda final del Campeonato Europeo de Poetry Slam, en Budapest (2018).
El poder es la capacidad de un determinado grupo para imponer su verdad.
El poder es la capacidad de un determinado grupo para imponer.
El poder es la capacidad de un determinado grupo.
El poder es la capacidad.
El poder es.
El poder.
Él.


Pero ha madurado la mentira,
tanto, 
que se pudrió.

Reconozcámonos, pues, gusanos
descomponiendo
la implacable narrativa que nos cuenta nuestras vidas
dibujadas desde arriba.

Romperemos cada palabra que nos cuent -en
para mirar detrás,
porque leer la vida como la cuent -an,
confiando
en la narración omnisciente del sistema
era más fácil, sí,
era más cómodo,
era muchísimo menos engorroso;

pero ha madurado la mentira,
ahora sabemos que es podredumbre,
que apesta a incierto el alcance
de este poder vuestro,
que el olor a muerte penetra
cada fibra, cada almohada,
los poros de cualquier periódico.

No es post-verdad, es mentira,
es mentira, 
es mentira,
es mentira:
es violación, no abuso;
es violencia, no proporcionalidad;
es democracia, no sedición;
es idealismo, no terrorismo; 
es debate, no incitación al odio;
es expresión, no crimen;
no es crisis, es estafa.
¡Devolvednos las palabras!

Es que el Estado en vuestras manos haya dejado de cuidarnos,
para dejarnos 
de lado, alimentando en lugar de controlar  
al kamikaze imparable del mercado.
La soberanía era nuestra;
sois nuestros mandados.

Por qué


cómo


quién


cuándo

dejamos que que nos adormecierais
de puro cansancio
con cuentos de más: 
más productivo, más formado, más guapísima, más bronceado, más gimnasio, más terapia, más flexibles, más móviles, más tú, más tú, más uno,
+1+1+1+1+1+1+1+1+1+1+1...

¡Ah! Y no olvidemos los 0.
Es un sistema 
binario:
hay quienes sí pueden ser uno,
hay quienes no pueden ser nada.
Y así nos separan:
+1+1+0+1+0+1+0+1+0... 

Ese
es el truco:
¡se tarda tanto en sumar ceros y unos!

Y así dejamos 
de ser pueblo.

Si es que alguna vez fuimos pueblo.
(Confundo recuerdo con sueño.)

Pero aunque nuestro cerebro
proteste ante la incerteza

y aunque nuestra empatía
siga así de pequeñita

y aunque nuestra atención
no sea Sol, sino estrellas...

sí huele a vida el encuentro.
Maduró la mentira podrida.

Se quedan pequeños los unos,
se quedan pequeños los ceros,

y sumaremos hasta que no puedan contarnos 
cuentos,

porque las palabras eran como el Estado,
porque las palabras eran como la vida:

nuestra,
com -partida.


Soy como un inmenso país

«Soy como un inmenso país
[…] donde mi vida y yo somos libres
y no hay llaves en las puertas.»
Gioconda Belli

 

Soy como un inmenso país
que celebra el final de un largo
estado de sitio.
Músculos que no se escribían cartas
desde hace años, se encuentran
hablando dialectos distintos de la misma lengua.
Torpes, se medio abrazan,
incómodos aún,
y salen músicos a las plazas
y hormonas algo menos despechadas,
y mi pelo son guirnaldas
y mi vello son guirnaldas
que giran al son de las campanas ventrículas,
mensajeros corren por mis nervios:
«¡se acabó la dictadura del miedo!»
«¡se acabó la hambruna de la rabia!».
Caen, caen los espejos
de las copas de los árboles, resecos
y llueve dentro de mí
y los camioneros apartan las losas de enmedio
de las carreteras
y pasan sin esfuerzo.
Se enciende la luz en las fábricas.
Soy como un inmenso país
fértil en la tragedia y la alegría
los cines en reposición continua
replantean
una programación más acorde
con los nuevos tiempos, la radio
aprende nuevas músicas
que contienen silencios,
la obra megalomaníaca incompleta
que fue mi coxis, deja
de contarse tan vacía.
Todas las Adrianas que pueblan mi presente
dejan
de gritar pasado siempre
de comer futuro a tientas,
y me miran
y se sientan.

Y detrás de los bosques, y detrás de las ciénagas,
y los acantilados donde la bondad despeña,
detrás de los ríos que se abren como lagos
en la boca de mares calientes,
más allá de las sierras velluditas y sus cuevas,
en el centro de mi tierra,
ese árbol de la vida cuya fruta
nunca estuvo prohibida
me entrega,
al fin,
todas sus semillas.

Foto de Verónica Ramilo (fragmento)

Quiero casarme con esta luz

Quiero casarme con esta luz,

esta súbita certeza de estar vivas,

de que sí, y hoy y siempre.

Quiero que cuando las aristas

del vivir se me atraganten,

algo o alguien me recuerde

que sí, que estuve aquí,

que a veces el milagro

crece hasta abrazar a la injusticia

con delgaditos brazos.

 

Quiero casarme con esta luz, este estar quietas

como si ya nada más hubiera

que arreglar en el mundo ni en nosotras,

como si la lucha no nos perteneciera,

como si la mentira no nos reconociera

y perdiese en sus pulsos con el mundo,

y ya nadie reclamase el aire como suyo.

 

Quiero casarme con esta luz,

y que el dolor siempre tenga sentido,

como las frases con punto y final,

como los párrafos con punto y seguido.

 

Quiero casarme con esta luz, que la cordura

se ensanche para que vivir en ella

no recorte tantas de mis aristas,

quiero sentir que nada en mí le sobra

a la vida, que nada ella le falta,

que no es valiente mirarnos a la cara.

 

Quiero casarme con esta luz, y que el abrazo

de la muerte sea un frío cálido,

quiero saber que al otro lado

lxs míxs, que son todxs, están bien,

que saben que lo hemos intentado.

 

Casémonos, luz, quédate, que las campanas

hagan temblar el orden de las cosas

hagan temblar el nombre de las cáscaras;

y éstas

 

c

aigan

 

de puro viejas, de puro muertas,

como caen las hojas, los cabellos, las ideas

cuando el tiempo implacable grita «¡cambia!».

Casémonos, luz, y que la música

haga el silencio más ancho

y las voces opacas y sucias

rueden calle abajo, se licúen

y conozcan la afonía en la cloaca.

 

Como si el «deberías» en láminas

dejara

de separarme de mí,

como si lloviera arena sobre esta absurda

carrera de obstáculos y obstáculas

y la casilla de salida ya imprimiera

en todas el derecho de amarnos

y respetarnos en la salud

y en la enfermedad, en el esfuerzo

y en el cansancio, en el pelo

y en el vello, en la arrogancia

y el desespero, en la vileza

y en lo pequeño,

casémonos

sí, quiero,

como si yo misma

fuera a quedarme conmigo

hasta el fin de mis días.

 

Foto de KTphotography