Por las grietas

La pregunta
no es si oyes
voces
(todes oímos voces).

La pregunta es cuánto silencio
hay entre las voces.
La pregunta es si están cómodas
dentro de tu cuerpo;
si conseguiste entrevistarlas a todas
mientras el resto guardaban silencio.

La pregunta es si las voces están sentadas
en sillas cómodas, dignas,
de Parlamento.
La pregunta es si saben encender y apagar el micrófono
y si todas tienen micrófono.
¿Hay suficientes cojines
para que no se hundan en sus sillas
las voces pequeñitas?
¿Qué voces cuentan
fake news sobre ti misma,
lxs demás
o el mundo?

Intento fallido de ser piedra:
yo también externalicé los servicios
de seguridad y de control
de mi Parlamento interno.
Pero reventaron mis cárceles
de presos políticos.
El cerebro no es un Gran Hermano del cuerpo.
Hay derecho a escucharnos dentro.
(Y por suerte ha habido un Santiago Carrillo
para cada uno
de mis Tejeros.)

La voz que ahora escucháis, de mi cuerpo a vuestros cuerpos
y tiene armónicos
porque mis voces de adentro
no están siempre de acuerdo.

Por las grietas nos reconocerán.

Y verás, en mi Parlamento
hay demasiadas voces
como para retransmitir en directo
lo que el mundo de afuera dice
a cada puto momento.

La pregunta que yo realmente tengo
es ¿de dónde sacar el tiempo
para escucharlas a todas
si la jornada laboral
es de cuarenta horas?

Es que la vida llueve demasiado
para ser redondas piedras.
Venimos del barro,
hijxs de las grietas.

Cual monolitos de silencio

estuvimos sosteniendo
la casa ajena, el edificio
del cerdito mayor
ordenándonos ser piedras.

La salud mental no es no oír voces.
Es tener el privilegio

del espacio y el tiempo
para entenderlas.

‘L’esquerda’ (La Grieta), escultura de la artista Laia Noal.
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Diario de confinamiento

Poema escrito entre el 13 de marzo y el 5 de abril de 2020, durante la crisis del coronavirus. Estrenado en el ‘Cuarentena Poetry Slam’, presentado por Germán Chocero, el 5 de abril de 2020.

Día 1
Tengo lo necesario:
instalaron el wifi ayer jueves.
Estar preocupada por algo que existe
en las mentes de otrxs
es un hogar más cálido.
Desde mi privilegio
de funcionaria
me huele todo a vida y a cuidados.

Día 2
Se confirma que por videollamada
se puede jugar a las películas
(Psicosis era demasiado obvia
y qué sucia ha quedado la ducha.)

Día 3
Hoy hemos celebrado el cumpleaños
de ese amigo que vive solo
y está confinado en Madrid:
disfraz sorpresa medianamente combinado,
pelucas de estrella,
velitas de IKEA, cánon
de cumpleaños feliz.

Día 4
Hangouts es una mierda.
Google Meet, un estrés.
Google, en qué estarías pensando.

Día 5
Parece que la yaya se va a morir.
Me preparo.
Tengo lo necesario.
Una vela y un montón de llanto
y tiempo.
Carme, Pepa, Rafel: eh que li fareu una ben grossa,
quan arribi?
Que aquí no ens dixen.

Día 6
Ha muerto la yaya. Mi padre ha entendido que los abrazos
sí servían de algo.
Qué mierda las pantallas.

Noche 6
Me he levantado paranoica
por toda la gente a la que
(¡imprudente!),
había abrazado en sueños.

Día 9
Estoy tan poco Twitter
y tan Pinterest…

Día 12
Debería sentirme culpable
por amar esta Barcelona en silencio.

Día 13
El alumno y la alumna que más me preocupan
no me responden los mails.
¿Qué harán sin treguas
los hogares-guerra?

Día 14
Me apetece más limpiar
que leer.
A ver, termina primero el baño y la cocina,
y luego ya cambiarás de libro.

Día 15
Hoy hace dieciséis días
que abrazo a una sola persona.
(Pandemia rima con monogamia.)
No puedo imaginar cómo gritan los cuerpos
de quienes viven solas.

Día 18
No me atrevo a ir parque de delante
a tocar sin guantes las cortezas de los árboles.
Saludo des del semáforo
que desearía rojo siempre, paseando
los ojos por el verde.
<<Ah, la vida.
Ya todo se comprende.>>
Mientras, mi mano
acaricia sin saberlo el carro
vacío de comida.

Día 20
Como una chiquilla abro la ventana como un regalo
a las siete y cincuenta y nueve de la tarde
y me estremezco al oír las palmas,
la música, los vítores,
surfea mi esperanza en estas olas
algo colectivo nos arranca
de ser siempre tan parcos con la vida,
por fin héroe significa cuidados
y escojo cada tarde este recuerdo
para contártelo.

Así fueron los primeros días
en que te llevé dentro. La matrioska más grande, el universo;
luego el sistema (solar; no capitalista);
luego Gaia, luego Barcelona,
y la antepenúltima matrioska esta casa
donde por tu bien y el mío
nos han confinado.

El amor es un pájaro

El amor es un pájaro

pero también es

                                   el nido

y el aire bajo las alas de ese pájaro

que, a su paso, susurran:

                                               ¡…vuela alto!

MUY FRÁGIL

Miedo a estar viviendo en una caja

en la que pone: MUY FRÁGIL.

Miedo a la caja.

Miedo a quien decidió imprimir MUY FRÁGIL.

Miedo a quien pueda leer MUY FRÁGIL

e irse.

Miedo a quien pueda leer MUY FRÁGIL

y acercarse.

Miedo a una vida incansablemente compleja.

Miedo al cansancio.

Miedo a las dos flechas simétricas

que apuntan hacia mi cabeza.

Miedo a cada puta noche en vela.

Miedo a los armisticios que a mí me huelen a guerra,

miedo a las cumbres subidas sin esfuerzo

por otros,

miedo a no encontrar mis trozos,

miedo a la contractura,

miedo a cuánto duele la empatía

cuando actúa como músculo

insistiendo en sostener todo el peso del mundo.

Miedo a esta colisión de instinto místico

y cultura atea.

Miedo a que el alma no me quepa en el cuerpo,

no me quepa en la caja,

MUY FRÁGIL,

MUY FRÁGIL,

MUY FRÁGIL,

miedo al fantasma que sin piedad me traspasa,

miedo a que rimen «intensa» e «histérica»,

miedo no ya al juicio

(¡qué importa el juicio…!);

miedo

a que tenga razón.

Miedo, muchísimo, pero sin embargo certeza

de que éste no es mundo de fuertes.

De que si yo vivo en una caja

(MUY FRÁGIL, MUY FRÁGIL, MUY FRÁGIL)

es porque no cupe

en la coraza.

Miedo, sí, miedo, pero certeza

de que no es mundo de fuertes,

de que lo que llaman fuerza

(«de dentro»)

es privilegio

(de fuera).

Miedo, sí, pero permiso

a vivirnos con nuestras etiquetas,

MUY FRÁGIL,

MUY FRÁGIL,

MUY FRÁGIL,

a amar estas nueve letras negras

que hoy me hacen escribir este poema,

a amarme aunque nunca jamás lo escribiera,

como amo sin remedio este almacén de almas,

estas cajas con otros mundos dentro

que, igual que el mío, cada día estallan.

The Space for Sadness

Versión en castellano: El espacio para la tristeza

Our good fortune allowed us to feel a sadness that our parents didn’t have time for and a happiness that I never saw with them.

Mike Mills, Beginners

Only those who are fortunate enough

find the space for sadness.

And if you have gathered time to spend

walking through that vast space

of sadness,

then, I guess, you get

somewhere.

I don’t know.

I’m still knee deep

in the space where sadness grows wide like a lake

shallow like a pond,

and the weeds tickle your calves

and you find some other halves

of you, buried in the deep

and the water is not clear

and you fear that the bubbles in the mud

may be the truths

your halves, half buried, speak.

You’ll have to pull,

but still,

you’ll have to kneel,

pulling with

both hands, three

if you can,

and pull, your elbows mud,

and pull, weeding the lies,

and pull, until you find

those other halves

of you,

soft under the reed.

 

Only those who are brave enough

find the space for sadness.

 

And what do they know

that I ignore?

Does their God never let them down?

Do they know?

 

As empty of matter

as an atom,

as empty of matter

as a bomb,

the fear has grown.

 

Will I ever see the sight

of this lake from afar?

Is this the wind that blinds

the doors when they’re ajar?

 

Sun, will you help me dry my other halves

as I stretch them out on the pebble beach

(the rocks that used to be my dreams)

and wind, will you occupy

their paperless bodies when dry,

so I can say,

«hello»

and

«you are me»

and

«you’re set free»

and

«I apologize»?


Versión en castellano: El espacio para la tristeza

Posguerra, o gestión de la ausencia

Lo peor de esta posguerra

no son los soldados muertos en el frente,

no es que ya no os vea,

es que ni siquiera

os quedasteis a recoger la mierda.

 

Lo malo de vuestra ausencia

es que me toca a mí

barrer los agujeros que dejáis

en mi corazón y en mi conciencia.

Gestionar el pago a plazos

de todas vuestras deudas conmigo,

que, desde puntos distintos

de mi pasado,

me miran

y, hacia mí,

cojean.

Mi corazón es como un niño de dos años

Mi corazón es como un niño de dos años

fuerte y temerario.

Entiende «sí», «no», «ahora», «mío»

y el canto de algunos pájaros,

pero no        «espera»,

«contexto»

o «relativamente improbable».

Mi corazón me mira con esos ojos grandes

y me tira del vestido, lentamente,

y he gastado tanta            energía

en intentar esconderle.

Mi corazón tiene 5 amigos

invisibles, leales:

la pena, que lo aprieta despacito

hasta que chorrea;

la rabia, que habla siempre a gritos

y no tiene dedos ni dientes, creemos

(porque nunca se los hemos visto);

la dicha, que silba bajito

una música tranquila;

el entusiasmo, que lo zarandea

bailando el ritmo que la dicha silba;

y el miedo.

El miedo.

El que se quedó encallado

el día en que el escondite dejó de ser un juego.

Yo he intentado que mi corazón acepte

que cuando hay visitas sus amigos deben irse

educadamente,

que la pena no puede acampar en mi salón,

que el miedo no puede pegar sus chicles

bajo mi mesa,

y la rabia no tiene el derecho que reclama

a manchar una y otra vez las paredes de mi casa.

Le pido que duerma y él

sueña;

le pido que acepte y él

queja;

le pido que olvide y él

berrinche y cancioncilla eterna;

le pido que calle y él

ojos tan grandes, tan grandes;

que no cabe en ellos la intemperie

donde la locura llueve,

«danos espacio, danos espacio»

y la vida no espera

nunca ha esperado

mi corazón no entiende

mi corazón me tira del vestido hacia la luz

y hacia la vida:

«¿no intuyes acaso un gracias

en lo que la dicha silba?».

Porque la inercia me acelera, y él es lento,

porque el trabajo me endurece, y él es tierno,

porque el mundo me distrae, y él es centro

terco niño de dos años

obstinado en latir del lado de los sueños.

Tengo tantos barcos en tu puerto

 

Tengo tantos barcos en tu puerto.

Zarparon

de mí como quien sale de paseo un día de verano

a comprobar si es verdad

esta luz en el aire, a seguir

la estela de un hermoso pájaro.

Borrachos de víento, éhrrantes

del aire en tu boca que mis velas persiguen, no

han vuelto mis barcos.

 

Siguen allí, en tu puerto.

Salí al muelle a esperarlos.

Tiritando de miedo, ¿era espuma o escarcha

esa neblina blanca del horizonte eterno?

(Tengo tantos barcos en tu puerto.)

Los huecos en el mío son un vértigo,

como si el mar se hundiera

esforzándose por ocultar su vientre en una postura incómoda.

 

Quién sabe qué tormentas,

qué guerras, qué sequías, qué piratas,

¡se tarda tanto tiempo

en convencer de que flota a la madera…!

 

¿Y si tus diques se secan

(¿cuánto duran tus mareas?)

tan despacio

que la arena brilla aún cuando llegas

a rescatar a mis náufragos?

 

¿Y si apagas tus faros en una noche quieta

y emmudecen las olas, y emmudecen los pájaros

y el mar no se atreve a confesarse océano?

 

¿Y si no vale la pena

construir barcos?

 

Cada estrella que guía a los barcos que erran

errando,

cada barco estrellado contra la escollera,

que, estrellado, se hace estrella,

cada naufragio en el mar de la entrega,

que es escama de sal en la piel ya seca

de la noche eterna, estrella,

me recuerda

que nunca hubo flota demasiado pequeña

para este ínfimo

mosquito de tierra.

 

 

Versión anterior del mismo poema: